EUSEBIO LÓPEZ DEL ESTUDIO EUSEBIO LÓPEZ NOS HABLA DE LOS ESPACIOS DE CÁNEM
Siempre pensé en un aire contemporáneo para el espacio que iba a ocupar Cànem, una escuela de indumentaria tradicional. Quería precisamente que no hubiera elementos asociados o ligados a este concepto de tradicional y antiguo. Crear un espacio diferente del qué todo el mundo pudiera esperar. Este era el reto, romper con el concepto rancio que mucha gente tiene de este ámbito, el de la indumentaria tradicional, esta idea barroca, recargada y del “dieciocho”. Romper con esto porque el proyecto es, de hecho, rompedor: es gente joven, con ideas innovadoras, maneras diferentes de hacer las cosas, aunque estas cosas sean de nuestro pasado y de nuestras raíces.
El espacio no es un espacio fácil, puesto que es un tubo y es algo estrecho. Por eso, la primera idea que me vino era la de no cerrar más el espacio y que hubiera la máxima sensación de amplitud. Esto se conseguiría haciendo cerramientos de cristal de suelo a techo. Era importante que entrara la máxima luz natural hasta el fondo. Con esto también conseguiríamos que la gente, desde la calle, pudiera ver a la gente trabajando en las aulas. Un escaparate.
Los espacios destinados en las aulas tendrían que ser lo más neutros posible, con ausencia de color y ornamento para que lo que destacara fuera precisamente las telas de trabajo, tan ricas visualmente. Colores claros y neutros y iluminación blanca natural. Únicamente un fragmento de los paramentos se forraría con plancha metálica oxidada, para continuar con el mismo lenguaje de materiales utilizado y para poder trabajar sobre ella con imanes.
Al final de los dos pasillos se han colocado grandes espejos para multiplicar el espacio y que sirvan a los alumnos para mirarse las piezas que se están cosiendo. En el pasillo que corre paralelo a las aulas se ha colocado una instalación diseñada con cañerías de cobre que hacen de perchas para que el alumnado pueda aprovechar este espacio en principio “muerto”. Los tramos de cañería superiores albergan una iluminación para marcar el pasillo.
Donde únicamente podríamos (y teníamos que) crear un espacio con más personalidad sería al principio y al final, en la recepción y en los baños. De este modo en la recepción se pensó en piezas usadas (como la mesa que era un antiguo armario bajo con cajones de los años 50, o la batería de cajas metálicas de la pared, encontradas en derribos de una fábrica de juguetes que cerró), pero que sacadas de su contexto y con un nuevo uso le dan un aspecto mucho más contemporáneo. Todo esto debidamente ambientado y unificado visualmente.
Los baños son un espacio reducido también y por eso siempre pensé que tendrían que conseguir sensación de amplitud. Debía ser un espacio muy cálido, en contraste con las aulas. Para lo cual se ha utilizado plancha de hierro oxidada forrando todas las paredes y un sistema de espejos que multiplica al infinito el espacio. La luz cálida utilizada le aporta sensación de acogedor y confortable a cada uno de los dos baños.
Una gran “a” de color naranja (el símbolo de la marca) preside la recepción y llama la atención desde la calle a todo el que pasa y mira. Esta “a” también deja ver a su través, tiñendo de naranja lo que hay detrás de ella. Líneas ligeras, repuntes, costuras, cosidos recorren las grandes paredes de cristal que delimitan las aulas sin opacarlas, generando ritmos, y sirven para referenciar una de las tareas primordiales de la escuela: coser.